El hilo
musical del restaurante, una típica hamburguesería del centro, dejaba escapar una
alegre melodía popular en versión de Cosmo Lalalá, el mago del tarareo. Belardo, que ocupaba una mesa del local
tomando un café, lucía un espectacular pelazo. Cuando el flequillo a lo Johnny
Hallyday se le venía a los ojos, él lo apartaba hacia un lado con la mano de
manera muy elegante. Reparó en que enfrente de él, sentado al otro lado de la
mesa, había un chimpancé con la cara
metida en un plato de sopa. Debía haberse ahogado allí ya que no se movía.
También le llamó la atención un hombre que se encontraba en la barra. No era la
primera vez que lo veía. El hombre pulsaba los botones de lo que parecía ser un
reloj de pulsera y el tiempo que Belardo
empleó en parpadear fue suficiente para que el tipo desapareciera. Siempre
hacia lo mismo, desaparecer de algún restaurante. La camarera se acercó a
Belardo y le dijo:
-Belardo,
chiquitín, despierta, vamos, hay que levantarse, llegarás tarde… -
Continuará...