Las carcajadas aún resonaban en los oídos del viejo Profesor Kabuto. Había ganado un dineral participando en el programa, pero su dignidad ya nunca podría recuperarla. En cierto modo, sabia que su historia era difícil de creer y mostrarla al público de aquella manera, en un espectáculo de variedades televisado, tampoco ayudó mucho. Así que había quedado como un viejo demente. Caminaba cabizbajo camino de la bahía. Quería echarle un vistazo a la Estatua. Su Estatua.
Reagan había contactado con él en 1982, "Será un trabajo que habrá que guardar como el mayor de los secretos", le había dicho. En principio no entendió que podía querer el presidente de un experto en robótica militar. ¿Qué relación con los trabajos de restauración en la Estatua de la Libertad podía tener aquello?. "La estatua no va a ser restaurada, va a ser sustituida. Quiero que usted diseñe un robot. Uno que a ojos del mundo sea la verdadera Estatua, pero que en realidad será un arma que nos proteja en caso de necesidad". Era un reto tan ambicioso, tan imposible, que el profesor Kabuto solo pudo aceptarlo.
Fueron cuatro años de trabajo frenético.
Todo estuvo terminado el 3 de Julio de1986. Ese día la Estatua, que había sido mantenida oculta durante los trabajos de "restauración", seria descubierta en una gran gala coincidiendo con la festividad de su Centenario. Absolutamente nadie se dio cuenta del cambiazo. El monumento parecía ser el de siempre. Por dentro y por fuera el mismo aspecto. Pero un pequeño habitáculo oculto, situado en la cabeza de la Estatua, escondía un cuadro de mandos desde el que articular todo el potencial de aquel Mazinger Z.
El robot nunca fue utilizado. Todos los que participaron en aquel proyecto parecieron olvidarse de ello con el tiempo, el primero Reagan.
Ahora, tantísimos años después Kabuto había hablado pero nadie le creyó. Sólo se rieron.
Había llegado, por fin, al lugar desde el que vislumbrar la Isla de la Libertad y su obra. Pero...
Se frotó los ojos. Se puso las gafas. Allí en la lejanía se intuía el enorme pedestal. Pero ni rastro de la Estatua. Los focos que durante la noche la iluminaban, ahora alumbraban la nada. Y de repente...
-CHIVATO- la voz metálica venia de arriba, de muy arriba, a su espalda. Se volvió y pudo ver como el gigantesco pie descendía sobre él, aplastándole como a una colilla.